Biografía de Javier Solís
Gabriel Siria Levario, conocido en el mundo del
espectáculo musical como
Javier Solís, fue un
famoso intérprete de música mexicana. También se destacó como actor
de cine. Nació el 1° de septiembre de 1931 en Ciudad de México,
México. Falleció treinta y cuatro años después, en la misma tierra
que lo vio nacer.
El Rey Del Bolero Ranchero, como igualmente fue llamado, murió el
19 de abril de 1966. El deceso del también actor mexicano se debió
a complicaciones de salud, tras un intervención quirúrgica
efectuada siete días antes. Fue uno de grandes de México. Otro que
también entró prematuramente en la inmortalidad.
Un auténtico ícono musical mexicano, al lado de
Pedro Infante y
Jorge Negrete. Solo faltaba el
cuarto gallo,
Vicente
Fernández, quien se les unió el 12 de diciembre de 2021.
Niñez, Juventud y Vida Familiar
Javier Solís fue el primogénito de Juana Levario Plata y Francisco
Siria Mora. Luego nacieron sus dos hermanos. Su mamá tenía un
puesto de venta en un mercado público, mientras que su papá era
panadero.
En abril de 1932, a los ocho meses de nacido, fue dejado a cargo de
unos tíos. La causa: el abandono del padre y la imposibilidad de
ser bien atendido por su madre. Javier Solís siempre consideró a
Ángela López Martínez y a Valentín Levario Plata, como sus
verdaderos padres.
Se crio en Tacubaya, una zona histórica de Ciudad de México. En
varias escuelas de ese vecindario, logró estudiar hasta quinto
grado de primaria.
En esa etapa comenzaron sus inquietudes artísticas, cantando en
festivales escolares. Lamentablemente, tuvo que dejar la escuela
para ayudar en los gastos domésticos. Empezó a trabajar como
recolector de huesos y de vidrios. Luego estuvo cargando mercancías
en un automercado.
En noviembre de 1939, recibió un duro golpe emocional, ocasionado
por la muerte de su tía y madre adoptiva. Sin embargo, continuó
trabajando en diferentes oficios de poca monta. Estuvo como
ayudante de panadero y de carnicero. Cargó canastas en el mercado y
lavó automóviles.
Luego se interesó por el deporte. Fue aficionado al boxeo, al
béisbol y al fútbol.
Inicios de Javier Solís en la Música
Javier Solís empezó cantando tangos. Era un género de moda que le
permitía expresar su fuerte vocación para la interpretación
musical. Comenzó a presentarse en su ciudad, en lugares de
espectáculos públicos conocidos como carpas de barrio.
Al principio cantó en el Teatro Salón Obrero, uno los espacios
teatrales populares de la ciudad. Aprovechó la oportunidad que le
brindó Manuel Garay, administrador de esa carpa y payaso de
profesión.
En esa esa etapa asumió el sobrenombre artístico de Javier Luquín.
Participó en varios concursos de aficionados, llegando a ganar en
más de una ocasión un par de zapatos donados por una zapatería del
lugar.
Para mantenerse, Javier Solís continuaba trabajando en carnicerías.
El propietario de una de ellas, David Lara Ríos, se dio cuenta del
talento de su empleado y optó por ayudarlo. Le pagó clases de canto
con Noé Quintero, maestro de vocalización de reconocidos cantantes
de la época.
Con ese aprendizaje comenzó una nueva etapa, actuando en algunos
restaurantes junto a otros intérpretes. En ese tiempo formó parte
del Dúo Guadalajara. Luego pasó al Trío Flamingo, después al Trío
México, con sus amigos Pablo Flores y Miguel Ortiz Reyes.
A principios de 1948, aún menor de edad, todavía trabajaba como
carnicero. En esos meses se inició como intérprete solista de
música ranchera en Ciudad de México. Cantaba en las noches, con
grupos de mariachis que tocaban en la Plaza Garibaldi y en la calle
Honduras.
Acompañado también de mariachis, cantó después en varios
restaurantes, sin sueldo fijo. Sus ingresos provenían de las
propinas que recibía. Ese mismo año de 1948, participó por primera
vez en un concurso radial, usando su nombre de pila.
Hacia finales de ese año, mientras cantaba en la Plaza Garibaldi,
fue contratado para trabajar en el estado de Puebla. El acuerdo
laboral de un año, junto al mariachi Metepec, fue con el general
Rafael Ávila Camacho. Cantaría en Atlixco, una ciudad del
mencionado estado de Puebla.
Fue su primera gira como Javier Luquín. Al finalizar, lo
contrataron en un cabaret donde se presentó como cantante y
animador, ante un público diverso.
En sus inicios, fue considerado como un intérprete que imitaba al
cantante y actor mexicano Pedro Infante. Sin embargo, con el tiempo
fue visto como el talentoso cantante que era. Su estilo propio y su
bien definida voz de barítono, hicieron la diferencia. Incluso se
le reconocieron mayores facultades vocales que a El Ídolo De
Guamúchil.
Género musical
Javier Solís interpretó un tipo de música ranchera, suave y
romántica, conocida como bolero ranchero. Un estilo musical que
nació en México, al combinar magistralmente el bolero cubano y la
ranchera mexicana.
Trayectoria y Legado
Javier Solís fue en su corta y exitosa carrera musical profesional,
de cerca de diez años, un cantante prolífico. Se estima que grabó
más de 350 canciones, desde que se inició en 1950.
De principios de esa década son sus temas
“Punto negro”,
“Tómate una copa”, “Virgen de barro” y
“Te voy a dar mi
corazón”, interpretados con el Trío Los Galantes.
Esas canciones se grabaron en un pequeño estudio para aficionados,
propiedad de Cinelandia, en Ciudad de México. En discos de acetato,
el propósito de esas grabaciones era mostrarlas a sus
amistades.
También las presentó a Discos Columbia de México, hoy Sony BMG
Music, que lo contrató en enero de 1956. Años más tarde, esa misma
empresa discográfica incluiría algunos de esos temas iniciales en
varios discos recopilatorios, como homenaje póstumo a Javier
Solís.
A principios de 1955, Javier Solís fue contratado para cantar en el
Bar Azteca. En ese conocido bar restaurant de Ciudad de México,
permaneció por unos cuatro años. En esa época, siguiendo
recomendaciones de su amigo Manuel Garay, modificó su seudónimo,
dándole el nombre que usó hasta el final.
Unos meses más tarde, en ese mismo establecimiento, lo escuchó
cantar Julito Rodríguez, guitarrista y primera voz del
Trío Los Panchos. Inmediatamente
lo recomendó para una audición con Felipe Valdés Leal, director
artístico de Discos Columbia de México.
Javier Solís fue aprobado en esa audición y firmó un contrato. El
acuerdo consistía en grabar su primer disco de corta duración a
finales de ese mismo año. Para entonces, con veinticuatro años de
edad, dio inicio de manera profesional a su carrera musical.
En ese disco se incluyeron los temas
“Qué te importa” y
“Por qué negar”. Por el gran éxito obtenido en México, fue
contratado formalmente el 15 de enero de 1956.
Se dice que Javier Solís entregó, como parte del convenio, la cinta
que contenía esos temas. La compañía los archivó por varios años,
dándolos a conocer tiempo después de la muerte del cantante.
La publicación de ese disco de corta duración fue postergada por la
disquera. La causa fue la inesperada muerte de Pedro Infante, el 15
de abril de 1957. Durante el sepelio, Javier Solís subió a una
cripta del cementerio y cantó la ranchera
“Grito
prisionero”, imitando la voz del malogrado intérprete.
Al parecer, ese homenaje resultó contraproducente y el disco no
daría los resultados comerciales esperados. Años antes, el público
había percibido a Javier Solís como un imitador del ídolo recién
fallecido.
Javier Solís continuó haciendo presentaciones en el Bar Azteca,
también en la emisora mexicana de radio XEW. Sin embargo, unos
meses más tarde, el 5 de septiembre de 1957, recibió su primer
disco de platino por las altas ventas de su sencillo inaugural.
Ese éxito posibilitó la grabación de su álbum debut, que salió con
el nombre de
“Javier Solís. Volumen I”. A los dos temas
iniciales, fueron añadidos seis más.
Como dato curioso de ese primer LP, está una información de la
carátula. Se dice que Javier Solís nació en el estado mexicano de
Sonora, comprobado después como un error.
En 1959, grabó el álbum
“Llorarás, llorarás”, del cual el
tema homónimo resultó un enorme triunfo. Se consagró como
intérprete de estilo propio, tal como se lo había aconsejado Felipe
Valdés Leal. Adicionalmente, con el gran éxito de ese sencillo,
logró proyección internacional.
De allí en adelante los éxitos se sucedieron unos tras otros. Una
carrera meteórica y fecunda, que en pocos años lo convirtió en uno
de los cantantes más famosos de la historia en México.
Durante su primera gira promocional a Estados Unidos, realizada
también en 1959, la disquera preparó un álbum diferente. Incluyó
valses de origen mexicano, con el acompañamiento de una banda
sinfónica integrada por músicos mexicanos y estadounidenses, sin
mariachis.
Ese álbum, titulado
“Javier Solís con banda”, fue grabado
por la disquera estadounidense Columbia Records, en Nueva York. Los
arreglos y la dirección estuvieron a cargo del músico Fernando
Zenaido Maldonado. Fue considerado uno de los primeros trabajos de
grabación multipista o por separado, realizado para un intérprete
latinoamericano.
Las ventas iniciales de ese LP se destinaron a organizaciones de
caridad, pero tuvo poca aceptación en México. Sin embargo, varios
años después fue digitalizado.
En 1963, por una estrategia comercial, la disquera tomó la pista de
voz de esas grabaciones y sustituyó el acompañamiento de banda con
el del Mariachi Nacional de Arcadio Elías. El álbum resultante se
denominó
“Valses mexicanos”, mientras que la versión
digital simplemente se llamó
“Valses”.
Esa fue la primera reconstrucción técnica con la voz de Javier
Solís, durante su vida. Después de su muerte han sido muchas. Ese
artificio fue posible por el desarrollo de la ingeniería del sonido
de su época.
De esos cambios, algunos fanáticos solo se enterarían varios años
después. Los avances en las técnicas de computación y multimedios,
han permitido comparar las dos ediciones.
En 1960, Javier Solís llevó a cabo, durante una nueva gira de
conciertos en Estados Unidos, un proyecto bien diferente. Grabó
boleros con el acompañamiento de una orquesta de estudio, dirigida
por Chuck Anderson. Ese músico estadounidense, que después sería su
amigo, fue uno de los últimos que vio con vida a El Rey Del Bolero
Ranchero.
Ese álbum, denominado
“Javier Solís en Nueva York”, tenía
un propósito de mercado, muy claro en ese momento. El objetivo era
colocar a Javier Solís a nivel de otros artistas de géneros
románticos, demostrando su versatilidad interpretativa. Eso fue
dicho por el mismo intérprete.
Como parte de la estrategia comercial, ese disco debió esperar para
salir al mercado. Javier Solís ya estaba posicionado como un
intérprete del género ranchero.
En lo sucesivo, Javier Solís trabajó muchísimo, dentro y fuera del
estudio de grabación. Presentaciones, giras de conciertos, además
de la grabación de su más abundante y exitosa discografía.
Entre 1961 y hasta poco antes de su muerte, en abril de 1966,
trabajó en cerca de quince álbumes. Casi todos publicados. En
general, fueron muy bien recibidos por el público aficionado al
bolero ranchero, también por la crítica especializada.
Algunos de ellos tuvieron un éxito tan grande, que lo catapultaron
al estrellato internacional. En ese período se produjo una especie
de crescendo en la actividad profesional de Javier Solís. Podría
decirse, sin temor a equivocación, que murió en la cúspide de su
carrera carrera musical.
De 1961 son los discos
“Enamorado de ti” y
“Con
acompañamiento de mariachi”. Al año siguiente, grabó dos
álbumes que resultaron muy famosos:
“Fantasía española” y “El
peor de los caminos”.
“Fantasía española” y
“Trópico”, son dos discos
que incluyen canciones del compositor mexicano
Agustín Lara. Javier Solís se
convirtió en uno de los mejores intérpretes de ese afamado
cantautor.
Javier Solís inició en esa etapa, según opinión especializada, una
nueva era para la música de mariachi. Dejó atrás los sones y la
temática campirana -sobre aspectos muy tradicionales- para
incorporar la lírica urbana.
Con las adaptaciones de canciones latinoamericanas que interpretó,
se modernizó el género musical mariachi. Como resultado, creció el
interés del público por la música ranchera.
“Prisionero del mar” es también uno de los discos que
estrenó en 1963. Al año siguiente, publicó
“Romance”. Sus
siguientes trabajos discográficos, publicados en vida, gozaron de
enorme popularidad.
Con esos discos realizó múltiples presentaciones en su país.
También cantó en diversos escenarios internacionales. Muchos de los
temas de esos álbumes sonaron en bastantes emisoras de la radio
hispanoamericana, por semanas. Todavía hoy, cerca de seis décadas
después, se escuchan en todo México y en buena parte de
Latinoamérica.
“Un año más sin ti” salió al mercado en 1964. Además de la
canción homónima, ese disco contó con otros once temas que también
resultaron grandes hits.
“Flor de azálea”, “Te sigo esperando”,
“Que seas feliz” y
“Somos diferentes”, sonaron
muchísimo. Hasta el sol de hoy.
Otro tanto ocurrió con
“Sombras”, un álbum que fue
estrenado en 1965. Los doce temas que contiene fueron todos muy
exitosos. Especialmente
“Sombras”, fue un enorme triunfo
que lo convirtió en ídolo. El disco rompió todos los récords de
ventas de la disquera que lo respaldó.
De ese trabajo discográfico también fueron los hits,
“En mi
viejo San Juan”, “Si Dios me quita la vida”, “He sabido que te
amaba”, “Cuando calienta el Sol”, “Moliendo café”, “Tu voz” y
“Amanecí en tus brazos”.
Ese mismo año de 1965, el último que viviría completamente, publicó
otros dos álbumes que fueron extraordinariamente exitosos. Uno
llevó por título
“Payaso”, con once canciones además de la
que da título al disco. Destacan entre ellas
“Payaso”, “Cuatro
cirios”, “Cenizas”, “Se te olvida”, “Se me olvidó tu nombre”,
“Cataclismo” y
“Ese bolero es mío”.
Definitivamente 1965 fue un año muy prolífico para Javier Solís.
“Y todavía te quiero” fue otro de sus exitosos discos de
ese año, en el que incluyó once temas. Canciones como
“Serrana”, “Sigamos pecando”, “Me recordarás”, “Luz de luna”,
“Amigo organillero”, “Espumas” y “Las rejas no matan”, además
del tema homónimo, le depararon gran éxito comercial y de
audiencia.
A comienzos de 1966, Javier Solís emprendió un nuevo proyecto
discográfico, que quedó inconcluso. Empezó a grabar algunas de las
canciones más conocidas de los compositores puertorriqueños
Rafael Hernández y Pedro
Flores. Por problemas de salud, solamente logró terminar ocho de
las pistas preparadas para ese nuevo álbum.
Sin embargo, ese año sí logró estrenar los que serían sus dos
últimos discos. Salieron con los títulos
“Javier Solís con
orquesta” y
“Vida de bohemio”. Canciones famosas como
“¡Dios!... cómo te amo”, “Buen viaje”, “En esta tarde gris” y
“Poquita fe”, pertenecen al primero.
Mientras que los temas
“Te amaré toda la vida”, “La luna y el
toro”, “Cuando vivas conmigo”, “Nuestro juramento” o
“En
tu pelo”, fueron incluidos en el segundo.
Poco después de la muerte de Javier Solís, la disquera completó el
proyecto que había quedado pendiente. A las pistas grabadas, añadió
versos escritos por el cantautor puertorriqueño Ángel Fonfrías
Rivera. La declamación estuvo a cargo del actor y locutor mexicano
Guillermo Portillo Acosta.
Ese disco póstumo fue denominado
“Homenaje inconcluso a Rafael
Hernández y Pedro Flores”. El volumen de ventas fue tal, que
años después fue digitalizado.
Javier Solís participó en un poco más de treinta películas, durante
la época de oro del cine mexicano. Destacan entre ellas:
“Tres
balas perdidas”, “México de mi corazón”, “Los tres salvajes”, “Juan
pistolas” y
“El campeón del barrio”.
Sin embargo, como realmente pasó a la posteridad fue como
intérprete del bolero ranchero, del cual fue pionero. Se presentó
innumerables veces en escenarios de Estados Unidos y de otros
países alrededor del mundo.
Sobre su famosa frase ¡Qué va!, Javier Solís comentó en una
ocasión: “Es un dichito que lo tengo desde hace muchos años, y que
en un estudio grabando, sin querer estaba la música muy sabrosona,
y digo ¡QUÉ VA!, y me gustó y se quedó”.
Javier Solís fue reconocido en 1966 como Cantante Del Año. No tuvo
en su haber una larga lista de premios o reconocimientos. No le dio
tiempo. O quizás fue omisión de la industria del entretenimiento
musical. En eso recibió un trato diferente al de otros grandes de
la canción mexicana y latinoamericana.
Sin embargo, ese inmerecido trato tuvo una enorme compensación por
parte del público. Un creciente número de admiradores, en todo el
mundo, compraba sus discos y cantaba sus temas.
Artistas e intérpretes, dentro y fuera de México, expresaron su
admiración por El Rey Del Bolero Ranchero. Hasta un famoso como
Frank Sinatra, llegó a
expresar que le gustaba la música de Javier Solís.
¿A qué más puede aspirar un artista, sino a la admiración y el
aplauso del público? Aquel niño tacubayense, abandonado por sus
padres y criado por sus tíos, encontró en el bolero ranchero una
vía para expresar su alma toda. Por eso fue celebrado y aplaudido
hasta la ovación, ¿acaso podía pedir a más?
Después de su muerte, su música se hizo todavía más popular. Así
sucede con los grandes. Desde el 19 abril de 1966 pasó a la
inmortalidad.
En Internet hay clubes de aficionados a Javier Solís y su música.
Coleccionistas que conocen a fondo su obra. Verdaderos fanáticos
que gozan al máximo las interpretaciones de su ídolo.
Complacidos, invierten tiempo verificando si una canción o un disco
son auténticas grabaciones o montajes. Difunden, sin ningún interés
crematístico, fotos, anécdotas y, sobre todo, sus canciones. Con un
público así, no hay duda... Javier Solís seguirá viviendo.
Vida Personal
Javier Solís fue visto como un mujeriego, a pesar de que no tenía
porte de galán. Además, parecía muy tímido y era considerado como
un hombre humilde.
Al parecer se casó cinco veces y tuvo nueve hijos. Sin embargo, eso
no se ha podido comprobar del todo. Solo quedaron los rumores. El
día de su muerte se presentaron cuatro señoras que se identificaron
como parejas de Javier Solís.
Cada una decía ser su esposa, con el objetivo de reclamar el
derecho a los bienes. Ellas fueron Enriqueta Valdés, Socorro
González, Yolanda Mollinedo y Blanca Estela Sáinz. Todas mostraron
un acta de matrimonio. Se colige que El Rey Del Bolero Ranchero se
casó en más de una oportunidad, sin estar divorciado.
Su vida sentimental fue complicada, vivió conflictos serios que
nunca salieron a la luz. Parece ser que usó nombres diferentes y
falsos, para poder casarse varias veces sin estar divorciado.
Aunque se lo haya vinculado con tantas mujeres, solo se le
conocieron dos parejas oficiales. Con cada una tuvo dos hijos.
Ellas fueron Socorro González y Blanca Estela Sainz. A esta última
llegó a decirle, en varias ocasiones, “No voy a llegar a
viejo”.
Muerte
El 12 de abril de 1966, Javier Solís fue internado en el Hospital
Santa Elena, en la Colonia Roma de Ciudad de México. Debía ser
sometido a una operación de la vesícula biliar.
Según consta en el acta de defunción, el famoso intérprete mexicano
falleció a las 5:45 a.m. del 19 de abril, de ese año 1966. Tuvo un
fallo cardíaco por desequilibrio electrolítico, producido por la
colecistectomía.
Circulan diferentes versiones sobre la enfermedad y la muerte de El
Rey Del Bolero Ranchero. Sin embargo, ninguna se tiene por
válida.
La más difundida de esas versiones es que tras la operación, Javier
Solís desatendió la prohibición médica de tomar agua fría. Eso le
produjo un paro cardíaco.
Otra especie que ha corrido, es que fue operado de apendicitis. Se
complicó por una pinza, que quedó en su organismo. También se ha
dicho que tenía problemas de próstata.
Un amigo de Javier Solís, el músico y arreglista estadounidense
Chuck Anderson, dijo algo que ha despertado suspicacias. Afirmó que
lo vio un día antes, fuera del hospital.
Ese día 18 de abril, unos pocos días después de la operación, el
cantante visitó al músico estadounidense. Le dijo que le habían
dado de alta. Le expresó, además, que se sentía bien y que en la
noche asistiría a una fiesta. Al día siguiente, Chuck Anderson supo
de la repentina muerte del artista.
Sobre ese lamentable suceso, hay un cometario de Javier Solís que
sí está documentado. Poco antes de morir, dijo: “Que rieguen con
mucha agua mi tumba, sé que me voy a morir, esto no tiene
remedio”.
El entierro de Javier Solís provocó enormes manifestaciones de
dolor. El 20 de abril, muchos de sus admiradores acompañaron el
cortejo fúnebre. Fue inhumado cerca de otros grandes artistas de
México.
Desde entonces, sus restos permanecen en el Panteón Jardín, como se
conoce ese cementerio de Ciudad de México. Su tumba se encuentra en
el lote de actores, un espacio reservado para los miembros de la
Asociación Nacional de Actores (ANDA).
Después de morir, todavía más famoso
Como era de esperar, después de conocida la muerte de Javier Solís,
varias emisoras de radio de México, también de muchos países
latinoamericanos, colocaron sus temas más exitosos.
“Amigo Organillero”, “Sombras”, “Las rejas no matan” o
“En mi viejo San Juan”, entre muchas otras, estuvieron
sonando a manera de homenaje, por varios días.
El público aficionado al bolero ranchero las solicitaba también.
Jóvenes que entonces no conocían a El Rey Del Bolero Ranchero,
empezaron a apreciar su música.
La industria musical se encargó del resto. Todavía hoy, sus temas
son escuchados con beneplácito por muchos hispanohablantes
aficionados al bolero ranchero.
Javier Solís marcó un hito en la música mexicana. Enriqueció el
bolero ranchero, que no volvió ser lo que era antes. Después de él
tampoco sería igual. Su legado de más de 350 temas grabados, habla
de su gran dedicación al canto.
Su hermosa, inconfundible y aterciopelada voz de barítono, nunca ha
dejado de sonar en México. También se sigue escuchando en muchos
países de la región.
La música fue pasión. No se autodenominaba cantante, sino
“cancionero”. Un gesto humilde que hablaba de las potencialidades
de su alma y de su talentoso trabajo musical.
Javier Luquín probablemente nunca pensó que casi sesenta años
después de su muerte, continuaría escuchándose. Pero ahora
consagrado como Javier Solís. Uno de los grandes de México. Otro
que también entró prematuramente en la inmortalidad. Por muchos
años se le consideró dentro de trilogía mítica de la música del
país azteca.
Un auténtico ícono musical mexicano, al lado de Pedro Infante y
Jorge Negrete. Solo faltaba el cuarto gallo, Vicente Fernández,
quien se les unió el 12 de diciembre de 2021.